¿Prefieres el frío o el calor? Esta es una pregunta común en los grupos de amigos, después de todo, hay personas que celebran la llegada del invierno, mientras que a otras no les va tan bien con esta estación. Pero ¿alguna vez te has preguntado cuál es el motivo de las diferentes reacciones a las temperaturas más bajas? ¿Tendrá algo que ver con la genética? 

¿Por qué sentimos frío? 

Nuestro organismo reacciona de forma natural al clima frío para protegernos y mantener la temperatura normal de nuestro cuerpo, que oscila entre 35 y 37 grados Celsius. 

Entre los mecanismos adoptados por el organismo se encuentra la reducción del flujo sanguíneo en las extremidades del cuerpo, lo cual puede hacer que los dedos se endurezcan y se sientan más fríos de lo normal, temblores y escalofríos involuntarios, vello erizado, ganas de orinar con más frecuencia y mayor apetito. Sin mencionar el deseo de abrigarse y meterse bajo varias mantas. 

Estas reacciones son completamente naturales, pues son una defensa de nuestro cuerpo. Nos ayudan primeramente a generar energía, haciendo que el cuerpo tremble y sienta más apetito para conseguir más calor. Después, colaboran para que este calor no se pierda hacia el ambiente a través de la disminución del flujo sanguíneo y el vello erizado. 

Si nuestra temperatura corporal desciende por debajo de los 35 grados, entramos en estado de hipotermia, en el cual nuestro organismo no puede realizar correctamente todas sus funciones metabólicas, lo que puede llevar a complicaciones graves e incluso a la muerte. 

¿Y por qué algunas personas tienen mayor tolerancia al frío? 

Cada organismo funciona y reacciona de manera diferente. Son diversos los factores que influyen en nuestra tolerancia al clima frío. 

La edad, el tamaño, la forma y la composición corporal, la cantidad de grasa subcutánea, la condición física, la dieta y la exposición repetida al frío son algunas de las condiciones que influyen en nuestra percepción del frío y en cómo reaccionará nuestro cuerpo ante las bajas temperaturas en comparación con otras personas. 

Además, algunos estudios demuestran que los factores genéticos también pueden contribuir a nuestra tolerancia al frío e influir en las reacciones de nuestro cuerpo. 

ACTN3: el gen de la tolerancia al frío 

Uno de los genes más relacionados con la percepción del frío es el ACTN3, que se encuentra en el cromosoma 11. Está asociado con la producción de una proteína del músculo esquelético. Esta proteína desempeña un papel importante en la realización de contracciones fuertes y rápidas, pero, a su vez, genera una menor tolerancia a temperaturas más bajas. 

Las personas que tienen dos copias del alelo T en el marcador rs1815739 de este gen tienen una mayor tolerancia al frío en comparación con aquellas que tienen una o ninguna copia de este alelo. Sin embargo, existen otros factores genéticos y ambientales que pueden influir en la percepción del frío. 

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Cuidados importantes durante el invierno 

Como se explicó anteriormente, las personas reaccionan de diferentes maneras al frío y la genética puede contribuir a que la sensación se intensifique. De todas formas, lo recomendado para el invierno y las bajas temperaturas es abrigarse bien, practicar actividades físicas y consumir alimentos calientes para calentar el cuerpo. 

Además, también son esenciales otros cuidados durante la temporada. El clima en invierno tiende a ser más seco y el agua caliente de la ducha también puede resecar la piel. Por lo tanto, no dejes de beber agua regularmente y usar cremas hidratantes para el cuerpo y los labios. 

Otra recomendación es prestar atención también a los niveles reducidos de vitamina D y a enfermedades que suelen ser más comunes en el invierno, como la gripe.  

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